A Victoria
El cumplimiento de un sueño

Una vez, en un intervalo de ocio en el mar, medité sobre “el estado perfecto” y me pregunté qué sería yo si tuviera ojos demasiado puros para contemplar la iniquidad, si para mí todas las cosas fueran puras y yo no tuviera condenación. Mientras me perdía en esta ardiente cavilación, me encontré elevado por encima del ambiente oscuro de los sentidos. El sentimiento fue tan intenso que me sentí como un ser de fuego habitando en un cuerpo de aire. Voces como de un coro celestial, con la exaltación de quienes habían sido vencedores en conflicto con la muerte, cantaban “Ha resucitado – Ha resucitado”, e intuitivamente supe que se referían a mí.

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