Tú eres el Mensajero Brillante, con pies alados, que va a donde quiere y no conoce obstáculos ni condiciones. Tú eres lo incondicionado, lo ilimitado, lo libre, la manifestación individualizada pero inseparable del Todo Dios.
Tú eres el Mensajero Brillante, el Resplandeciente, el ser de Espíritu puro. Ya no eres el hombre que has sido durante estos muchos años.
Eres nuevo, nacido, fresco, limpio y puro. No eres una vieja criatura remendada con diversos tratamientos. Tú, Mensajero Brillante, Dorado, nunca has descendido al nivel de la creencia y, por lo tanto, no te has asociado con las sombras de la obra: la vida.
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