Parte 2: Nacer de Nuevo y la Oración
En la consciencia de ser todas las cosas son posibles. Él dijo: “Decretarás una cosa, y te será firme”. Este es su decretar: elevarse en consciencia a la naturalidad de ser la cosa deseada. Como él lo expresó: “Y yo, si fuere levantado, a todos atraeré a mí mismo”. Si soy elevado en consciencia a la naturalidad de la cosa deseada, atraeré la manifestación de ese deseo hacia mí. Pues él declara: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo y el Padre uno somos”. Por lo tanto, la consciencia es el padre que está atrayendo las manifestaciones de la vida hacia ti.
Tú estás, en este mismo momento, atrayendo a tu mundo aquello de lo que ahora eres consciente de ser. Ahora puedes ver lo que significa: “Os es necesario nacer de nuevo”. Si estás insatisfecho con tu expresión actual en la vida, la única manera de cambiarla es apartar tu atención de aquello que te parece tan real y elevarte en consciencia a aquello que deseas ser. No puedes servir a dos señores; por lo tanto, quitar tu atención de un estado de consciencia y ponerla en otro es morir a uno y vivir para el otro.
La pregunta “¿Quién decís que SOY YO?” no se dirige a un hombre llamado ‘Pedro’ por uno llamado ‘Jesús’. Esta es la pregunta eterna dirigida al propio ser por el verdadero ser de uno. En otras palabras: “¿Quién dices que eres tú?” Pues tu convicción de ti mismo – tu opinión de ti mismo – determinará tu expresión en la vida.
Él declara: “Creéis en Dios, creed también en mí”. En otras palabras, es el mí dentro de ti el que es este Dios. Orar, entonces, se ve como reconocerse a sí mismo ser aquello que ahora deseas, en lugar de su forma aceptada de pedir a un Dios que no existe aquello que ahora deseas.
¿Así que no puedes ver por qué millones de oraciones no son respondidas? Los hombres oran a un Dios que no existe. Por ejemplo: ser consciente de ser pobre y orar a un Dios por riquezas es ser recompensado con aquello de lo que eres consciente de ser, que es pobreza. Las oraciones para ser exitosas deben ser reclamar en lugar de rogar; así que si oraras por riquezas, apártate de tu imagen de pobreza negando la evidencia misma de tus sentidos y asume la naturaleza de ser rico.
Se nos dice: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”. Hemos identificado al ‘Padre’ como la consciencia de ser. También hemos identificado la ‘puerta’ como la consciencia de ser. Así que ‘cerrar la puerta’ es excluir aquello de lo que ‘Yo’ soy ahora consciente de ser y reclamarme a mí mismo ser aquello que ‘Yo’ deseo ser. En el mismo instante en que mi reclamo se establece hasta el punto de la convicción, en ese momento comienzo a atraer hacia mí la evidencia de mi reclamo.
No cuestiones el cómo de la aparición de estas cosas, pues ningún hombre conoce ese camino. Es decir, ninguna manifestación sabe cómo aparecerán las cosas deseadas.
La consciencia es el camino o la puerta a través de la cual aparecen las cosas. Él dijo: “YO SOY el camino” – no ‘Yo’, Juan Pérez, soy el camino, sino “YO SOY”, la consciencia de ser, es el camino a través del cual vendrá la cosa. Las señales siempre siguen. Nunca preceden. Las cosas no tienen realidad más que en la consciencia. Por lo tanto, obtén primero la consciencia y la cosa se verá obligada a aparecer.
Se te dice: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Obtén primero la consciencia de las cosas que estás buscando y deja las cosas en paz. Esto es lo que significa “Decretarás una cosa, y te será firme”.
Aplica este principio y sabrás lo que es ‘probadme ahora en esto, y ved’. La historia de María es la historia de todo hombre. María no fue una mujer que dio a luz de alguna manera milagrosa a uno llamado ‘Jesús’. María es la consciencia de ser que siempre permanece virgen, sin importar cuántos deseos dé a luz. Ahora mismo considérate a ti mismo como esta virgen María – siendo impregnado por ti mismo a través del medio del deseo – volviéndote uno con tu deseo hasta el punto de encarnar o dar a luz tu deseo.
Por ejemplo: Se dice de María (a quien ahora sabes que eres tú mismo) que no conoció varón. Sin embargo, concibió. Es decir, tú, Juan Pérez, no tienes razón para creer que aquello que ahora deseas es posible, pero habiendo descubierto que tu consciencia de ser es Dios, haces de esta consciencia tu esposo y concibes un hijo varón (manifestación) del Señor: “Porque tu Hacedor es tu marido; Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado”. Tu ideal o ambición es esta concepción – el primer mandato para ella, que ahora es para ti mismo, es “Ve, no lo digas a nadie”. Es decir, no discutas tus ambiciones o deseos con otro, pues el otro solo se hará eco de tus miedos presentes. El secreto es la primera ley que se debe observar para realizar tu deseo.
La segunda, como se nos dice en la historia de María, es “Magnificar al Señor”. Hemos identificado al Señor como tu consciencia de ser. Por lo tanto, ‘magnificar al Señor’ es revalorizar o expandir la concepción presente que uno tiene de sí mismo hasta el punto en que esta revalorización se vuelva natural. Cuando se alcanza esta naturalidad, das a luz al convertirte en aquello con lo que eres uno en la consciencia.
La historia de la creación se nos da en forma resumida en el primer capítulo de Juan. “En el principio era el Verbo”. Ahora, este mismo segundo, es el ‘principio’ del que se habla. Es el comienzo de un impulso – un deseo. ‘El Verbo’ es el deseo nadando en tu consciencia – buscando encarnación. El impulso en sí mismo no tiene realidad, pues “YO SOY” o la consciencia de ser es la única realidad. Las cosas viven solo mientras YO SOY consciente de serlas; así que para realizar el deseo de uno, se debe aplicar la segunda línea de este primer versículo de Juan. Es decir, “Y el Verbo era con Dios”. El Verbo, o deseo, debe fijarse o unirse con la consciencia para darle realidad. La consciencia se vuelve consciente de ser la cosa deseada, clavándose así sobre la forma o concepción – y dando vida a su concepción – o resucitando aquello que hasta entonces era un deseo muerto o insatisfecho. “Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho”.
Este acuerdo nunca se hace entre dos personas. Es entre la consciencia y la cosa deseada. Ahora eres consciente de ser, así que en realidad te estás diciendo a ti mismo, sin usar palabras: “YO SOY”. Ahora, si es un estado de salud lo que deseas alcanzar, antes de tener alguna evidencia de salud en tu mundo, comienzas a SENTIRTE a ti mismo saludable. Y en el mismo segundo en que se alcanza el sentimiento “YO SOY saludable”, los dos se han puesto de acuerdo. Es decir, YO SOY y salud han acordado ser uno, y este acuerdo siempre resulta en el nacimiento de un niño que es la cosa acordada – en este caso, salud. Y porque yo hice el acuerdo, expreso la cosa acordada. Así puedes ver por qué Moisés declaró: “YO SOY me ha enviado”. Pues, ¿qué ser, aparte de YO SOY, podría enviarte a la expresión? Ninguno – pues “YO SOY el camino – Fuera de mí no hay otro”. Si tomas las alas del alba y vuelas hasta los confines del mundo, o si haces tu lecho en el Seol, seguirás siendo consciente de ser. Siempre eres enviado a la expresión por tu consciencia, y tu expresión es siempre aquello de lo que eres consciente de ser.