Parte 1: El Decreto en la Consciencia
¿Puede el hombre decretar una cosa y hacer que suceda? ¡Decididamente puede! El hombre siempre ha decretado aquello que ha aparecido en su mundo, está decretando hoy aquello que aparece en su mundo, y continuará haciéndolo mientras el hombre sea consciente de ser hombre. Ni una sola cosa ha aparecido jamás en el mundo del hombre que el hombre no haya decretado que así fuera. Puedes negar esto, pero por más que lo intentes no podrás refutarlo, pues este decretar se basa en un principio inmutable. No ordenas que las cosas aparezcan con tus palabras o afirmaciones ruidosas. Tal vana repetición es, la mayoría de las veces, confirmación de lo opuesto. El decretar se hace siempre en la consciencia. Es decir, todo hombre es consciente de ser aquello que ha decretado ser. El hombre mudo, sin usar palabras, es consciente de ser mudo. Por lo tanto, está decretándose a sí mismo ser mudo.
Cuando la Biblia se lee bajo esta luz, descubrirás que es el libro científico más grande jamás escrito. En lugar de ver la Biblia como el registro histórico de una antigua civilización o la biografía de la inusual vida de Jesús, contémplala como un gran drama psicológico que tiene lugar en la consciencia del hombre.
Reclámala como tuya y de repente transformarás tu mundo, de los áridos desiertos de Egipto a la tierra prometida de Canaán.
Todos estarán de acuerdo con la afirmación de que todas las cosas fueron hechas por Dios, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho; pero en lo que el hombre no está de acuerdo es en la identidad de Dios. Todas las iglesias y sacerdocios del mundo discrepan en cuanto a la identidad y la verdadera naturaleza de Dios. La Biblia prueba, más allá de toda duda, que Moisés y los profetas estaban cien por ciento de acuerdo en cuanto a la identidad y naturaleza de Dios. Y la vida y enseñanzas de Jesús concuerdan con los hallazgos de los profetas de antaño. Moisés descubrió que Dios es la consciencia de ser del hombre, cuando declaró estas palabras poco comprendidas: “YO SOY me ha enviado a vosotros”. David cantó en sus salmos: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”. Isaías declaró: “Yo soy Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí. Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste. Yo formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto”.
La consciencia de ser como Dios se declara cientos de veces en el Nuevo Testamento. Por nombrar solo algunas: “YO SOY el pastor, YO SOY la puerta; YO SOY la resurrección y la vida; YO SOY el camino; YO SOY el Alfa y la Omega; YO SOY el principio y el fin”; y de nuevo, “¿Quién decís que SOY YO?” No se dice: “Yo, Jesús, soy la puerta. Yo, Jesús, soy el camino”, ni se dice: “¿Quién decís que soy yo, Jesús?” Se declara claramente: “YO SOY el camino”. La consciencia de ser es la puerta a través de la cual las manifestaciones de la vida pasan al mundo de la forma.
La consciencia es el poder resucitador – resucitando aquello de lo que el hombre es consciente de ser. El hombre siempre está proyectando exteriormente aquello de lo que es consciente de ser. Esta es la verdad que hace libre al hombre, pues el hombre siempre está auto-encarcelado o auto-liberado.
Si tú, lector, renuncias a todas tus creencias anteriores en un Dios aparte de ti mismo, y reclamas a Dios como tu consciencia de ser – como lo hicieron Jesús y los profetas – transformarás tu mundo con la comprensión de que “Yo y el Padre somos uno”. Esta afirmación, “Yo y el Padre somos uno, pero mi Padre es mayor que yo”, parece muy confusa – pero si se interpreta a la luz de lo que acabamos de decir sobre la identidad de Dios, la encontrarás muy reveladora. La consciencia, siendo Dios, es como el ‘padre’. Aquello de lo que eres consciente de ser es el ‘hijo’ que da testimonio de su ‘padre’. Es como el conceptor y sus concepciones. El conceptor es siempre mayor que sus concepciones, pero siempre permanece uno con su concepción. Por ejemplo; antes de ser consciente de ser hombre, primero eres consciente de ser. Luego te vuelves consciente de ser hombre. Sin embargo, permaneces como conceptor, mayor que tu concepción – hombre.
Jesús descubrió esta gloriosa verdad y se declaró uno con Dios – no un Dios que el hombre había fabricado. Pues él nunca reconoció a tal Dios. Dijo: “Si alguno os dijere: Mirad aquí, o mirad allí, no le creáis; porque el reino de Dios está dentro de vosotros”. El Cielo está dentro de ti. Por lo tanto, cuando se registra que “Él fue a su Padre”, te está diciendo que se elevó en consciencia hasta el punto en que solo era consciente de ser, trascendiendo así las limitaciones de su concepción presente de sí mismo, llamado ‘Jesús’.