Saltar al contenido principal

Capítulo 7 - Tu Voluntad Sea Hecha

“Porque si no crees que YO SOY, morirás en tus pecados.” (Juan 8:24)

“Todas las cosas fueron hechas por Él; y sin Él no hay algo hecho que fuese hecho." (N.T.: Juan 1:3) Este es un dicho difícil de aceptar para aquellos entrenados en los diversos sistemas de religión ortodoxa, pero ahí está. Todas las cosas, buenas, malas e indiferentes, fueron hechas por Dios. “Dios hizo al hombre (manifestación) a su propia imagen; a semejanza de Dios lo hizo." (N.T.: Génesis 1:27) Aparentemente añadiendo a esta confusión esto es afirmado: "Y Dios vio que Su creación era buena.” (N.T.: Génesis 1:31) ¿Qué vas a hacer con respecto a esta aparente anomalía? ¿Cómo va a correlacionar el hombre todas las cosas como buenas cuando lo que se le enseña niega este hecho? O la comprensión de Dios es errónea o hay algo radicalmente incorrecto con la enseñanza del hombre.

“Para el puro, todas las cosas son puras.” (N.T.: Tito 1:15) Esta es otra declaración desconcertante. Todas las personas buenas, las personas puras, las personas santas, son las más grandes prohibicionistas. Combina la declaración anterior con esta, "No hay condenación en Cristo Jesús" (N.T.: Romanos 8:1), y obtendrás una barrera infranqueable para los autodenominados jueces del mundo. Tales declaraciones no significan nada para los jueces justos que ciegamente cambian y destruyen sombras. Ellos continúan creyendo firmemente que están mejorando el mundo. El hombre, sin saber que su mundo es su conciencia individual, se esfuerza en vano para conformarse a la opinión de los demás en lugar de conformarse a la única opinión existente, es decir, su propio juicio de sí mismo.

Cuando Jesús descubrió que su conciencia era esta maravillosa ley de autogobierno, declaró: "Y ahora me santifico a mí mismo para que ellos también puedan ser santificados por la verdad." (N.T.: Juan 17:19) Sabía que la conciencia era la única realidad, que las cosas objetivadas no eran más que diferentes estados de conciencia. Jesús advirtió a sus seguidores que primero buscaran el Reino del Cielo (ese estado de conciencia que produciría lo deseado) y todas las cosas serían añadidas a ello. También declaró: "YO SOY la verdad." (N.T.: Juan 14:6) Sabía que la conciencia del hombre era la verdad o la causa de todo lo que el hombre veía que era su mundo.

Jesús se dio cuenta de que el mundo estaba hecho a semejanza del hombre. Sabía que el hombre veía que su mundo era lo que era porque el hombre era lo que era. En resumen, la concepción del hombre de sí mismo determina lo que él ve que es su mundo.

Todas las cosas están hechas por Dios (conciencia) y sin él nada hay hecho que sea hecho. La creación es juzgada buena y muy buena porque es la semejanza perfecta de esa conciencia que la produjo. Ser consciente de ser una cosa y luego verse expresando algo diferente de lo que es consciente de ser es una violación de la ley del ser; por lo tanto, no sería bueno. La ley del ser nunca se rompe; el hombre se ve a sí mismo expresando lo que es consciente de ser. Sea bueno, malo o indiferente, sin embargo, es una semejanza perfecta de su concepción de sí mismo; eso es bueno y muy bueno.

No solo todas las cosas están hechas por Dios, todas las cosas están hechas de Dios. Todos son los descendientes de Dios. Dios es uno. Las cosas o divisiones son las proyecciones del uno. Dios siendo uno, Él debe ordenarse a Sí mismo ser el aparente otro, porque no hay otro. Lo absoluto no puede contener algo dentro de sí mismo que no sea él mismo. Si lo hiciera, entonces no sería absoluto, el único. Los comandos para ser efectivos deben ser para uno mismo. "YO SOY ESO YO SOY" (N.T.: Éxodo 3:14) es el único comando efectivo. “YO SOY el Señor y a mi lado no hay nadie más.” (N.T.: Isaías 45:5) Como no hay otro tú debes comandarte a ti mismo para ser eso que quisieras que apareciera.

Permíteme aclarar lo que quiero decir con comando efectivo. No repites como un loro la frase "YO SOY eso YO SOY"; tal vana repetición sería estúpida e infructuosa. No son las palabras las que lo hacen efectivo; es la conciencia de ser la que lo hace efectivo. Cuando dices, "YO SOY", te estás declarando a tí mismo ser. La palabra -eso- en la declaración, "YO SOY eso YO SOY", indica eso que tú serías. El segundo "YO SOY" en la cita es el grito de victoria.

Todo este drama tiene lugar interiormente con o sin el uso de palabras.

Quédate quieto y sabe que tú eres.

Esta quietud se alcanza mediante la observación del observador. Repite en voz baja pero con sentimiento, "YO SOY - YO SOY", hasta que hayas perdido toda conciencia del mundo y te conozcas a tí mismo simplemente siendo. La conciencia, el saber que tú eres, es Dios Todopoderoso; YO SOY. Una vez que esto es consumado, defínete como eso que deseas ser sintiéndote ser lo que deseas: YO SOY eso. Esta comprensión de que eres lo que deseas hará que la emoción recorra todo tu ser. Cuando se establece la convicción y realmente crees que eres eso que deseas ser, entonces el segundo "YO SOY" se pronuncia como un grito de victoria. Esta revelación mística de Moisés puede verse como tres pasos distintivos: YO SOY; YO SOY libre; ¡Yo realmente SOY!

No importa cómo son las apariencias en torno a ti. Todas las cosas dan paso a la venida del Señor. YO SOY el Señor viniendo en la apariencia de -eso- que soy consciente de ser. Todos los habitantes de la tierra no pueden detener mi llegada o cuestionar mi autoridad para ser -eso- que YO SOY consciente que YO SOY.

"YO SOY la luz del mundo" (N.T.: Juan 8:12), cristalizando en la forma de mi concepción de mí mismo. La conciencia es la luz eterna que cristaliza sólo a través de tu concepción de ti mismo. Cambia tu concepción de ti mismo y automáticamente cambiarás el mundo en el que vives. No intentes cambiar a las personas; sólo son mensajeros diciéndote a tí quién eres. Revalúate a ti mismo y ellos confirmarán el cambio.

Ahora te darás cuenta de por qué Jesús se santificó a sí mismo en lugar de a otros, porque para los puros todas las cosas son puras, porque en Cristo Jesús (la conciencia despierta) no hay condenación. Despierta del sueño de la condenación y prueba el principio de la vida. Detén no sólo tu juicio sobre los demás, sino también tu condena a ti mismo.

Escucha la revelación de los iluminados: “Sé y estoy persuadido por el Señor Jesucristo de que no hay nada impuro en sí mismo, pero para el que ve algo impuro para él es impuro” (N.T.: Romanos 14:14), y nuevamente, "Feliz es el hombre que no se condena a sí mismo en eso que Él permite." (N.T.: Romanos 14:22)

Deja de preguntarte si eres digno o no de afirmar que eres -eso- que deseas ser. El mundo te condenará sólo mientras te condenes a ti mismo.

No necesitas resolver nada. Las obras están terminadas. El principio a través del cual todas las cosas son hechas y sin el cual no hay algo hecho que sea hecho, es eterno. Tu eres este principio. Tu conciencia de ser es esta ley eterna. Tú nunca has expresado nada que tú no fueras consciente de ser y nunca lo harás. Asume la conciencia de -eso- que tú deseas expresar. Afírmalo hasta que se convierta en una manifestación natural. Siéntelo y vive dentro de esa sensación hasta que lo hagas tu naturaleza.

Aquí hay una fórmula simple. Toma tu atención de tu concepción actual de ti mismo y colócala en ese ideal tuyo, el ideal que antes habías pensado más allá de tu alcance. Asegúrate de ser tu ideal, no como algo que tú serás con el tiempo, sino como -eso- que eres en el presente inmediato. Haz esto, y tu mundo actual de limitaciones se desintegrará a medida que tu nueva afirmación se levante como el fénix de sus cenizas.

“No tengas miedo ni te desanimes por causa de esta gran multitud; porque la batalla no es tuya, sino de Dios.” (N.T.: 2 Crónicas 20:15) Tú no luchas contra tu problema; tu problema sólo vivirá mientras seas consciente de él. Quita tu atención de tu problema y la multitud de razones por las cuales no puedes lograr tu ideal. Concentra tu atención completamente en lo que deseas.

“Deja todo y sígueme.” (N.T.: Lucas 18:22) Ante los obstáculos aparentemente colosales afirma tu libertad. La conciencia de libertad es el Padre de la libertad. Tiene una forma de expresarse que nadie conoce. “No necesitarás pelear en esta batalla. Siéntate, quédate quieto y ve la salvación del Señor contigo.” (N.T.: 2 Crónicas 20:17)

"YO SOY el Señor." YO SOY (tu conciencia) es el Señor. La conciencia de que la cosa está hecha, que el trabajo está terminado, es el Señor de cualquier situación. Escucha atentamente la promesa: "No necesitarás pelear en esta batalla: Siéntate, quédate quieto y ve la salvación del Señor contigo."

¡Contigo! Esa conciencia particular con la que te identificas es el Señor del acuerdo. Él sin ayuda establecerá lo acordado en la tierra. ¿Puedes tú, frente al ejército de razones por las cuales una cosa no se puede hacer, entrar tranquilamente en un acuerdo con el Señor de que eso está hecho? ¿Puedes tú, ahora que has descubierto que el Señor es tu conciencia de ser, tomar conciencia de que la batalla está ganada? ¿Puedes tú, no importa cuán cercano y amenazante esté el enemigo, continuar en tu confianza, quedarte quieto, sabiendo que la victoria es tuya? Si puedes, verás la salvación del Señor.

Recuerda que la recompensa es para quien perdura. Permanecer quieto. Permanecer quieto es la profunda convicción de que todo está bien; -éso- está hecho. No importa lo que sea escuchado o visto, tú permaneces impasible, consciente de ser victorioso en el final. Todas las cosas son hechas mediante tales acuerdos, y sin tal acuerdo no hay alguna cosa hecha que sea hecha. "YO SOY eso YO SOY."

En Revelaciones esto es registrado, que aparecerán un nuevo cielo y una nueva tierra. Juan, mostró esta visión, le fue dicho que escribiera: "Está hecho." (N.T.: Juan 21:6) El cielo es tu conciencia y la tierra tu estado solidificado. Por lo tanto, acepta como lo hizo Juan: "Está hecho."

Todo lo que se requiere de ti que buscas un cambio es elevarte al nivel de eso que tu deseas; sin detenerte en la forma de expresión, registra que -eso- está hecho sintiendo la naturalidad de ser -eso-.

Aquí hay una analogía que podría ayudarte a ver este misterio. Supón que ingresaste a una sala de cine justo cuando la película finalizaba. Todo lo que viste de la película fue el final feliz. Como querías ver toda la historia, esperaste a que se desarrollara nuevamente. Con la secuencia anti-climática, el héroe se muestra como acusado, rodeado de pruebas falsas, y todo eso es para escurrir las lágrimas de la audiencia. Pero tú, seguro en el conocimiento del final, mantienes la calma con la comprensión de que, independientemente de la aparente dirección de la película, el final ya ha sido definido.

De la misma manera, ve al final de eso que buscas; sé testigo del final feliz sintiendo conscientemente que expresas y posees -eso- que deseas expresar y poseer; y tú, a través de la fe, ya entendiendo el final, tendrás la confianza nacida de este conocimiento. Este conocimiento te sostendrá durante el intervalo de tiempo necesario para que la película se desarrolle. No pidas ayuda al hombre; siente, "eso está hecho", reclamándote concientemente tú mismo ser, ahora, -eso- que como hombre tú esperas ser.

Actualizado el 16 de may. de 2025