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Capítulo 7: Deseo, la Palabra de Dios

“Así será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí vacía, sino que cumplirá lo que yo quiero, y prosperará en aquello para lo que la envié.” (Isaías 55:11)

Dios te habla a través de tus deseos básicos. Tus deseos básicos son palabras de promesa o profecías que contienen en sí mismas el plan y el poder de expresión.

Por deseo básico se entiende tu verdadero objetivo. Los deseos secundarios tratan con la forma de realización. Dios, tu YO-SOY, te habla, al estado consciente condicionado, a través de tus deseos básicos. Los deseos secundarios o las formas de expresión son los secretos de tu YO-SOY, el Padre que todo lo sabe. Tu Padre, YO-SOY, revela el primero y el último: "Yo soy el principio y el fin." (Apocalipsis 1:8, 22:13), pero nunca revela el medio o el secreto de Sus caminos, es decir, el primero se revela como la palabra, tu deseo básico. El último es su cumplimiento: La palabra hecha carne. El segundo o medio (el plan de desarrollo) nunca se revela al hombre, sino que permanece para siempre siendo el secreto del Padre.

“Porque yo testifico a todo hombre que oye las palabras de la profecía de este libro, si alguno añadiere a cosas a ellas, Dios le añadirá a él las plagas que están escritas en este libro; y si alguno quitare las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida." (Apocalipsis 22:18,19)

Las palabras de profecía mencionadas en el libro de Apocalipsis son tus deseos básicos que no deben ser condicionados. El hombre constantemente agrega y quita de estas palabras. Sin saber que el deseo básico contiene el plan y el poder de expresión, el hombre siempre compromete y complica su deseo. Aquí hay una ilustración de lo que el hombre hace a la palabra de profecía: Sus deseos.

El hombre desea liberarse de su limitación o problema. Lo primero que hace después de definir su objetivo es condicionarlo sobre otra cosa. Comienza a especular sobre la forma de adquirirlo. Sin saber que lo deseado tiene una forma de expresión propia, comienza a planear cómo lo va a conseguir, lo cual agrega a la palabra de Dios. Si, por otra parte, no tiene ningún plan o concepción en cuanto a la realización de su deseo, entonces compromete su deseo modificándolo.

Él siente que si estará satisfecho con menos que su deseo básico, entonces podría tener una mejor oportunidad de realizarlo. Al hacerlo, quita de la palabra de Dios. Tanto las personas como las naciones violan constantemente esta ley de su deseo básico tramando y planificando la realización de sus ambiciones; de este modo añaden a la palabra de profecía, o se comprometen con sus ideales, quitando así de la palabra de dios. El resultado inevitable es la muerte y las plagas o el fracaso y la frustración como se prometió para tales violaciones.

Dios le habla al hombre sólo a través de sus deseos básicos. Tus deseos están determinados por tu concepción de ti mismo. Por sí mismos no son ni buenos ni malos. "Sé y estoy persuadido por el Señor Cristo Jesús de que no hay nada impuro en sí mismo, pero para aquel que ve algo que es inmundo para él, es inmundo." (Romanos 14:14) Tus deseos son el resultado natural y automático de tu concepción actual de tí mismo. Dios, tu conciencia incondicionada, es impersonal y no hace acepción de personas. Tu conciencia incondicionada, Dios, le da a tu conciencia condicionada, hombre, a través de tus deseos básicos -eso- que tu estado condicionado (tu concepción actual de ti mismo) cree que necesita.

Mientras tú permaneces en tu presente estado de conciencia, continuarás deseando lo que ahora deseas. Cambia tu concepción de ti mismo y automáticamente cambiarás la naturaleza de tus deseos.

Los deseos son estados de conciencia buscando encarnación. Están formados por la conciencia del hombre y pueden ser fácilmente expresados por el hombre que los ha concebido. Los deseos se expresan cuando el hombre que los concibió asume la actitud mental que sería suya si los estados deseados ya se hubieran expresado. Ahora, debido a que los deseos, independientemente de su naturaleza, pueden expresarse tan fácilmente mediante actitudes mentales fijas, se debe dar una advertencia a aquellos que aún no se han dado cuenta de la unidad de la vida y que no conocen la verdad fundamental de que la conciencia es Dios, la única realidad. Esta advertencia fue dada al hombre en la famosa Regla de Oro: "Haz a los demás lo que quieres que te hagan a ti." (Mateo 7:21)

Puedes desear algo para tí o puedes desear para otro. Si tu deseo concierne a otro, asegúrate de que lo deseado sea aceptable para ese otro. La razón de esta advertencia es que tu conciencia es Dios, el dador de todos los dones. Por lo tanto, lo que sientes y crees que es verdad de otro es un regalo que le has dado. El regalo que no se acepta regresa al donante. Entonces, estate muy seguro de que le encantaría poseer el regalo, ya que si fijas una creencia dentro de ti como verdadera para otro y él no acepta este estado como verdadero para sí mismo, este regalo no aceptado se materializará en tu mundo. Siempre escucha y acepta como verdadero para los demás -eso- que desearías para ti mismo. Al hacerlo, estás construyendo el cielo en la tierra. “Haz a los demás como te gustaría que te hicieran a ti.” Está basado en esta ley.

Sólo acepta tales estados como verdaderos para otros que tú voluntariamente aceptarías como verdaderos para ti mismo para que puedas crear constantemente el cielo en la tierra. Tu cielo está definido por el estado de conciencia en el que vives, estado que se compone de todo lo que aceptas como verdadero para ti mismo y como verdadero para los demás. Tu entorno inmediato se define por tu propia concepción de tí mismo más tus convicciones con respecto a otros que no han sido aceptadas por ellos.

Tu concepción de otro que no es su concepción de sí mismo es un regalo que regresa a tí.

Las sugerencias, como la propaganda, son boomerangs a menos que sean aceptadas por aquellos a quienes son enviadas. Entonces tu mundo es un regalo que te has dado a ti mismo. La naturaleza del regalo está determinada por tu concepción de ti mismo más los regalos no aceptados que ofreciste a otros. No te confundas con esto, la ley no hace acepción de personas. Descubre la ley de la autoexpresión y vive de acuerdo con ella, entonces serás libre. Con esta comprensión de la ley, define tu deseo, sabe exactamente lo que quieres, asegúrate que sea deseable y aceptable.

El hombre sabio y disciplinado no ve ninguna barrera para la realización de su deseo, no ve nada que destruir. Con una actitud mental fija, reconoce que lo deseado ya está completamente expresado, porque sabe que un estado subjetivo fijo tiene formas y medios de expresarse que nadie conoce. "Antes de que pregunten, yo he respondido." (aprox. Isaías 65:24) "Tengo caminos que no conocéis." (aprox. Isaías 42:16) “Mis caminos son inescrutables.” (Romanos 11:33)

El hombre indisciplinado, por otro lado, constantemente ve oposición al cumplimiento de su deseo, y debido a la frustración él genera deseos de destrucción que cree firmemente que deben expresarse antes de que su deseo básico pueda realizarse. Cuando el hombre descubra esta ley de unidad de la conciencia, comprenderá la gran sabiduría de la Regla de oro y, por lo tanto, la vivirá y se demostrará a sí mismo que el reino de los cielos está en la tierra.

Te darás cuenta de por qué deberías "hacer a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti". Sabrás por qué deberías vivir según esta Regla de Oro porque descubrirás que es un buen sentido común hacerlo, ya que la regla está basada en la ley inmutable de la vida y no hace acepción de personas. La conciencia es la única realidad. El mundo y todo lo que hay dentro de él son estados de conciencia objetivados.

Tu mundo se define por tu concepción de tí mismo MÁS TUS CONCEPCIONES DE OTROS que no son sus concepciones de ellos mismos.

La historia de la Pascua es para ayudarte a darle la espalda a las limitaciones del presente y pasar a un estado mejor y más libre. La sugerencia de "seguir al hombre con la jarra de agua" (Marcos 14:13; Lucas 22:10) fue dada a los discípulos para guiarlos a la última cena o la fiesta de la Pascua.

El hombre con la jarra de agua es el undécimo discípulo, Simón de Canaán, la cualidad mental disciplinada que sólo escucha estados dignos, nobles y amables. La mente que es disciplinada para escuchar sólo lo bueno, se deleita con los buenos estados y así encarna lo bueno en la tierra.

Si tú también asistieras a la última cena, la gran fiesta de la Pascua, entonces sigue a este hombre. Asume esta actitud mental simbolizada como el "hombre con la jarra de agua", y vivirás en un mundo que es realmente el cielo en la tierra.

La fiesta de la Pascua es el secreto para cambiar tu conciencia. Desvías tu atención de tu concepción actual de tí mismo y asumes la conciencia de ser -eso- que tú deseas ser, pasando así de un estado a otro. Esta hazaña se logra con la ayuda de los doce discípulos, que son las doce cualidades disciplinadas de la mente. (Ver en el Libro: “Tu Fe Es Tu Fortuna.”, capítulo 18)

Actualizado el 16 de may. de 2025