Capítulo 3 - El Principio de La Verdad
“Conocerás la verdad, y la verdad te hará libre.” (Juan 8:32)
"Conocerás la verdad y la verdad te hará libre." La verdad que libera al hombre es el conocimiento de que su conciencia es la resurrección y la vida, que su conciencia resucita y da vida a todo lo que él es consciente de ser. Aparte de la conciencia no hay resurrección ni vida.
Cuando el hombre abandona su creencia en un Dios aparte de sí mismo y comienza a reconocer a su conciencia de ser, ser Dios; como lo hicieron Jesús y los profetas, transformará su mundo al darse cuenta: "Yo y mi Padre somos uno, pero mi Padre es más grande que yo." (N.T.: Juan 10:29,30) Él sabrá que su conciencia es Dios y aquello de lo cual él es consciente de ser es el hijo dando testimonio de Dios, el Padre.
El concebidor y la concepción son uno, pero el concebidor es mayor que su concepción. Antes de que Abraham fuese YO SOY. (N.T.: Juan 8:58) Sí, YO era consciente de ser antes de ser consciente de ser hombre, y en ese día, cuando deje de ser consciente de ser hombre, aún seré consciente de ser.
La conciencia de ser no depende de ser algo. Precedió a todas las concepciones de sí mismo y será cuando todas las concepciones de sí mismo dejen de ser. "YO SOY el principio y el fin." (N.T.: Revelaciones 22:13) Es decir, todas las cosas o concepciones de mí mismo comienzan y terminan en mí, pero Yo, la conciencia sin forma, permanezco para siempre.
Jesús descubrió esta gloriosa verdad y se declaró a Sí mismo ser uno con Dios, no el Dios que el hombre había modelado, porque Él nunca reconoció a tal Dios. Jesús descubrió que Dios era su conciencia de ser y entonces le dijo al hombre que el Reino de Dios y el Cielo están dentro. (N.T.: Lucas 17:21)
Cuando se registra que Jesús dejó el mundo y fue a Su Padre, (N.T.: Juan 16:28) simplemente afirma que Él giró su atención del mundo de los sentidos y se elevó en la conciencia a ese nivel que Él deseaba expresar. Allí permaneció hasta que se hizo uno con la conciencia a la que ascendió. Cuando regresó al mundo del hombre, pudo actuar con la seguridad positiva de -eso- que Él era consciente de ser, un estado de conciencia que nadie más que Él mismo sentía o sabía que Él poseía. El hombre que ignora esta ley eterna de expresión contempla tales acontecimientos como milagros.
Elevar la conciencia al nivel de lo deseado y permanecer allí hasta que ese nivel se convierta en tu naturaleza es el camino de todos los aparentes milagros. "Y yo, si me elevo, atraeré a todos los hombres hacia mí." (N.T.: Juan 12:32) Si yo me elevo en conciencia a la naturalidad de la cosa deseada, atraeré la manifestación de ese deseo hacia mí.
"Ningún hombre viene a mí, excepto que el Padre dentro de mí lo atraiga, y yo y mi Padre somos uno." (N.T.: Juan 6:44) Mi conciencia es el Padre que atrae la manifestación de la vida hacia mí. La naturaleza de la manifestación está determinada por el estado de conciencia en el que habito. Siempre estoy atrayendo a mi mundo -eso- de lo cual yo soy consciente de ser.
Si no estás satisfecho con tu expresión actual de vida, entonces debes nacer de nuevo. El renacimiento es la caída de ese nivel con el que no estás satisfecho y el ascenso a ese nivel de conciencia que deseas expresar y poseer.
No puedes servir a dos maestros o estados de conciencia opuestos al mismo tiempo. Tomando tu atención de un estado y colocándola sobre el otro, mueres a aquel del que la has tomado y vives y expresas al que estás unido.
El hombre no puede ver cómo sería posible expresar -eso- que desea ser mediante una ley tan simple como adquirir la conciencia de lo deseado. La razón de esta falta de fe por parte del hombre es que él mira el estado deseado a través de la conciencia de sus limitaciones actuales. Por lo tanto, naturalmente lo ve como imposible de lograr.
Una de las primeras cosas que el hombre debe darse cuenta es que es imposible, al tratar con esta ley espiritual de la conciencia, poner vino nuevo en odres viejos o parches nuevos en prendas viejas. Es decir, no puedes llevar ninguna parte de la conciencia actual al nuevo estado. Porque el estado buscado es completo en sí mismo y no necesita parches. Cada nivel de conciencia se expresa automáticamente.
Ascender al nivel de cualquier estado es convertirse automáticamente en ese estado de expresión. Pero, para alcanzar el nivel que no estás expresando ahora, debes abandonar por completo la conciencia con la que ahora estás identificado. Hasta que no abandones tu conciencia actual, no podrás elevarte a otro nivel. No te desanimes. Dejar de lado tu identidad actual no es tan difícil como parece. La invitación de las Escrituras... "Estar ausente del cuerpo y estar presente con el Señor" (N.T.: 2 Corintios 5:8), no se da a unos pocos elegidos; es un llamado radical a toda la humanidad. El cuerpo del que te invitan a escapar es tu concepción actual de ti mismo con todas sus limitaciones, mientras que el Señor con quien debes estar presente es tu conciencia deser.
Para lograr esta hazaña aparentemente imposible, alejas tu atención de tu problema y la pones solo en ser. Dices en silencio pero con sentimiento, "YO SOY". No condiciones esta conciencia, sino continúa declarando en voz baja: "YO SOY - YO SOY". Simplemente siente que no tienes rostro ni forma y continúa haciéndolo hasta que te sientas flotando.
"Flotar" es un estado psicológico que niega completamente lo físico. Mediante la práctica de la relajación y la negativa voluntaria a reaccionar a las impresiones sensoriales, es posible desarrollar un estado de conciencia de pura receptividad. Es un logro sorprendentemente fácil. En este estado de desapego completo, una singularidad definida de pensamiento intencional puede grabarse indeleblemente en tu conciencia sin modificar. Este estado de conciencia es necesario para la verdadera meditación.
Esta maravillosa experiencia de ascender y flotar es la señal de que estás ausente del cuerpo o problema y ahora estás presente con el Señor; en este estado expandido no eres consciente de ser otra cosa que YO SOY - YO SOY; sólo eres consciente de ser.
Cuando esta expansión de conciencia es alcanzada, dentro de esta profundidad sin forma de ti mismo, das forma a la nueva concepción afirmando y sintiéndote ser -eso- que tú, antes de entrar en este estado, deseabas ser. Descubrirás que dentro de esta profundidad sin forma de ti mismo, todas las cosas parecen ser divinamente posibles. Cualquier cosa que sinceramente sientas tu mismo ser, mientras estás en este estado expandido, se convierte con el tiempo, en tu expresión natural.
Y Dios dijo: "Que haya un firmamento en medio de las aguas." (N.T.: Génesis 1:6) Sí, que haya una firmeza o convicción en medio de esta conciencia expandida al saber y sentir que YO SOY -eso-, la cosa deseada.
Cuando afirmas y sientes ser tú mismo la cosa deseada, tú estás cristalizando esta luz líquida sin forma que tú eres en la imagen y semejanza de eso de -eso- que eres consciente de ser.
Ahora que la ley de tu ser te ha sido revelada, comienza este día a cambiar tu mundo revalorizándote a ti mismo. Demasiado tiempo el hombre se ha aferrado a la creencia de que nació del dolor y debe lograr su salvación con el sudor de su frente. Dios es impersonal y no hace acepción de personas. Mientras el hombre continúe caminando en esta creencia de dolor, caminará en un mundo de tristeza y confusión, porque el mundo en cada detalle es la conciencia del hombre cristalizada.
En el Libro de los Números está registrado: "Había gigantes en la tierra y éramos a nuestra vista como saltamontes, y erámos a su vista como saltamontes." (N.T.: Números 13:33)
Hoy es el día, el eterno ahora, cuando las condiciones en el mundo han alcanzado la apariencia de gigantes. Los desempleados, los ejércitos del enemigo, la competencia empresarial, etc., son los gigantes que te hacen sentir como un saltamontes indefenso.
Se nos dijo que nosotros fuimos primero en nuestra propia vista saltamontes indefensos y, debido a esta concepción de nosotros mismos, éramos para el enemigo saltamontes indefensos.
Podemos ser para otros sólo lo que somos para nosotros mismos. Por lo tanto, a medida que nos revalorizamos y comenzamos a sentirnos como el gigante, un centro de poder, cambiamos automáticamente nuestra relación con los gigantes, reduciendo a estos antiguos monstruos a su verdadero lugar, haciéndolos parecer ser los saltamontes indefensos.
Pablo dijo de este principio: "Es una locura para los griegos (o los llamados sabios del mundo); y para los judíos (o los que buscan señales) un obstáculo" (N.T.: 1 Corintios 1:23); con el resultado de que el hombre continúa caminando en la oscuridad en lugar de despertar a la realización: "YO SOY la luz del mundo." (N.T.: Juan 8:12)
El hombre ha adorado durante tanto tiempo las imágenes de su propia creación que al principio encuentra esta revelación blasfema, pero el día que el hombre descubre y acepta este principio como la base de su vida, ese día el hombre mata su creencia en un dios aparte de sí mismo.
La historia de la traición de Jesús en el Jardín de Getsemaní es la ilustración perfecta del descubrimiento del hombre de este principio. Se nos dice que las multitudes armadas con palos y antorchas buscaron a Jesús en la oscuridad de la noche. Mientras preguntaban por el paradero de Jesús (salvación), la voz respondió: "YO SOY"; con lo cual toda la multitud cayó al suelo. Al recuperar la compostura, nuevamente pidieron que se les mostrara el escondite del salvador y nuevamente el salvador dijo: "Te he dicho que YO SOY, por lo tanto si me buscas deja ir a todos los demás." (N.T.: Juan 18:8)
El hombre en la oscuridad de la ignorancia humana se embarca en su búsqueda de Dios, ayudado por la luz parpadeante de la sabiduría humana. Cuando esto es revelado al hombre, que su YO SOY o su conciencia de ser es su salvador, el impacto es tan grande que mentalmente cae al suelo, cada creencia que alguna vez ha entretenido cae al darse cuenta de que su conciencia es el único y solo salvador. El conocimiento de que su YO SOY es Dios obliga al hombre a dejar ir a todos los demás porque le resulta imposible servir a dos Dioses. Con este descubrimiento, el oído o audición humana del hombre (la comprensión) es cortada por la espada de la fe (Pedro) a medida que su audición disciplinada perfecta (comprensión) es restaurada por (Jesús) el conocimiento de que YO SOY es el Señor y Salvador.
Antes de que el hombre pueda transformar su mundo, primero debe establecer este fundamento o comprensión: YO SOY el Señor. (N.T.: Isaías 48:17) El hombre debe saber que su conciencia de ser es Dios. Hasta que esto se establezca firmemente de modo que ninguna sugerencia o argumento de otros pueda sacudirlo, se encontrará regresando a la esclavitud de su antigua creencia. "Si no creéis que YO SOY Él, moriréis en vuestros pecados." (N.T.: Juan 8:24) A menos que el hombre descubra que su conciencia es la causa de cada expresión de su vida, continuará buscando la causa de su confusión en el mundo de los efectos, y así morirá en su búsqueda infructuosa.
“YO SOY la vid y ustedes son las ramas.” (N.T.: Juan 15:5) La conciencia es la vid y lo que eres consciente de ser es como ramas que alimentas y mantienes con vida. Del mismo modo que una rama no tiene vida, excepto que esté enraizada en la vid, las cosas tampoco tienen vida, excepto que seas consciente de ellas. Así como una rama se marchita y muere si la savia de la vid deja de fluir hacia ella, las cosas y las cualidades desaparecen si les quitas tu atención; porque tu atención es la savia de vida que sostiene la expresión de tu vida.