Capítulo 27 - Una Fórmula para la Victoria
“Entonces Jesús viene con ellos a un lugar llamado Getsemaní, y dice a los discípulos: Sentaos aquí, mientras voy allí y oro.” (Mateo 26:36)
El romance místico más maravilloso se cuenta en la historia de Jesús en el jardín de Getsemaní, pero el hombre no ha podido ver la luz de su simbología y ha interpretado erróneamente esta unión mística como una experiencia agonizante en la que Jesús suplicó en vano a su Padre para cambiar Su Destino.
Getsemaní es para el místico el Jardín de la Creación el lugar en la conciencia donde el hombre va a realizar sus objetivos definidos. Getsemaní es una palabra compuesta que significa expulsar una sustancia aceitosa: Geth, expulsar, y Shemen, una sustancia aceitosa. La historia de Getsemaní revela al místico en simbología dramática el acto de la creación. Así como el hombre contiene dentro de sí mismo una sustancia oleosa que, en el acto de la creación, es presionada hacia fuera a una semejanza de sí mismo, también tiene dentro de sí un principio divino (su conciencia) que se condiciona a sí mismo como un estado de conciencia y sin ayuda se presiona hacia fuera u objetiva a sí mismo.
Un jardín es un terreno cultivado, un campo especialmente preparado, donde se siembran y cultivan semillas de elección propia del jardinero. Getsemaní es un jardín así, el lugar en la conciencia donde el místico va con sus objetivos bien definidos. A este jardín se ingresa cuando el hombre toma su atención del mundo que lo rodea y la coloca en sus objetivos.
Los deseos clarificados del hombre son semillas que contienen el poder y los planes de autoexpresión y, al igual que las semillas dentro del hombre, éstas también están enterradas dentro de una sustancia aceitosa (una actitud mental alegre y agradecida). Cuando el hombre contempla ser y poseer lo que desea ser y poseer, ha comenzado el proceso de presionar fuera o el acto espiritual de la creación. Estas semillas son presionadas fuera y plantadas cuando el hombre se pierde en un estado salvaje y loco de alegría, conscientemente sintiéndose y afirmando ser -eso- que antes deseaba ser.
Los deseos expresados, o presionados fuera, resultan en la desaparición de ese deseo particular. El hombre no puede poseer una cosa y aún desear poseerla al mismo tiempo. Entonces, a medida que uno se apropia conscientemente de la sensación de ser la cosa deseada, este deseo de ser la cosa pasa a ser realizada. La actitud receptiva de la mente, sentir y recibir la impresión de ser la cosa deseada, es el terreno fértil o matriz que recibe la semilla (objetivo definido).
La semilla que es presionada fuera de un hombre crece a semejanza del hombre de quien fue presionada. Del mismo modo, la semilla mística, tu afirmación consciente de que tú eres -eso- que hasta ahora deseabas ser, crecerá en la semejanza de tí de quien y en quien es presionada. Sí, Getsemaní es el jardín cultivado del romance donde el hombre disciplinado va a presionar semillas de alegría (deseos definidos) fuera de sí mismo en su actitud mental receptiva, allí para cuidarlas y nutrirlas caminando conscientemente en la alegría de ser todo lo que antes él deseaba ser.
Siente con el Gran Jardinero la emoción secreta de saber que las cosas y cualidades que no se ven ahora se verán tan pronto como estas impresiones conscientes crezcan y se desarrollen hasta la madurez. Tu conciencia es el señor y esposo; el estado consciente en el que moras es la esposa o amada. Este estado hecho visible es tu hijo dando testimonio de ti, su padre y madre, porque tu mundo visible es hecho en la imagen y semejanza del estado de conciencia en el cual tú vives; tu mundo y la plenitud del mismo son nada más ni nada menos que tu conciencia definida objetivada.
Sabiendo que esto es cierto, procura elegir bien a la madre de tus hijos, ese estado consciente en el que vives, tu concepción de ti mismo. El sabio elige a su esposa con gran discreción. Se da cuenta de que sus hijos deben heredar las cualidades de sus padres, por lo que dedica mucho tiempo y cuidado a la selección de su madre. El místico sabe que el estado consciente en el que vive es la elección que ha hecho de una esposa, la madre de sus hijos, que este estado debe encarnarse a tiempo en su mundo; así que siempre es selecto en su elección y siempre afirma él mismo ser su ideal más elevado. Él se define a sí mismo consciente como -eso- que desea expresar.
Cuando el hombre se da cuenta de que el estado consciente en el que vive es la elección que ha hecho de una pareja, tendrá más cuidado con sus estados de ánimo y sentimientos. Él no se permitirá a sí mismo reaccionar a sugestiones, de miedo, falta o cualquier impresión indeseable. Tales sugestiones de falta nunca podrían pasar la vigilancia de la mente disciplinada del místico, porque él sabe que cada afirmación consciente debe expresarse en el tiempo como una condición en su mundo, en su entorno. Por lo tanto, se mantiene fiel a su amada, su objetivo definido, definiendo y afirmando y sintiéndose a sí mismo como -eso- que él desea expresar. Deja al hombre preguntarse a sí mismo si su objetivo definido sería una cosa de alegría y belleza si se realizara. Si su respuesta es afirmativa, entonces él puede saber que su elección de novia es una princesa de Israel, una hija de Judá, porque cada objetivo definido que expresa alegría cuando es realizado es una hija de Judá, el rey de alabanza.
Jesús llevó con Él a Su hora de oración a Sus discípulos, o atributos mentales disciplinados, les ordenó que observaran mientras oraba, para que ningún pensamiento o creencia que negara la realización de su deseo pudiera entrar en Su conciencia. Sigue el ejemplo de Jesús, quien, con Sus deseos claramente definidos, entró al Jardín de Getsemaní (el estado de alegría) acompañado por Sus discípulos (Su mente disciplinada) para perderse en una alegría salvaje de realización. La fijación de Su atención en Su objetivo era Su comando a su mente disciplinada de observar y permanecer fiel a esa fijación. Al contemplar la alegría que sería Suya realizando Su deseo, Él comenzó el acto espiritual de generación, el acto de presionar hacia fuera -la semilla mística- Su deseo definido. Así que Él permaneció en esta fijación, afirmando y sintiendo que Él mismo era -eso- que Él (antes de entrar en Getsemaní) deseaba ser, hasta que todo Su ser (conciencia) fue bañado en un sudor aceitoso (alegría) que se asemeja a sangre (vida), en resumen, hasta que toda Su conciencia fue permeada con la alegría viva y sostenida de ser Su objetivo definido.
Cuando esta fijación es consumada de modo que el místico sabe por su sentimiento de alegría que ha pasado de su estado consciente anterior a su conciencia actual, la Pascua o la crucifixión es alcanzada. Esta crucifixión o fijación de la nueva conciencia afirmada es seguida por el Sabbath, un tiempo de reposo. Siempre hay un intervalo de tiempo entre la impresión y su expresión, entre la conciencia afirmada y su encarnación. Este intervalo es llamado el Sabbath, el período de descanso o sin esfuerzo (el día del entierro).
Caminar inamovible en la conciencia de ser o poseer un cierto estado es guardar el Sabbath. La historia de la crucifixión expresa bellamente esta quietud o reposo místico. Se nos dice que después de que Jesús gritó: "¡Está terminado!" (N.T.: Juan 19:30) Fue colocado en una tumba. Allí permaneció durante todo el Sabbath. Cuando el nuevo estado o conciencia es apropiado de modo que tú sientes, por esta apropiación; estar fijado y seguro sabiendo que está terminado, entonces tú también gritarás: "¡Está terminado!" y entrarás en la tumba o el Sabbath, un intervalo de tiempo en el cual tú caminarás inamovible en la convicción de que tu nueva conciencia debe ser resucitada (hecha visible).
La Pascua, el día de la resurrección, cae el primer domingo después de la luna llena en Aries. La razón mística de esto es simple. Un área definida no se precipitará en forma de lluvia hasta que esta área alcance el punto de saturación; de modo que simplemente el estado en el que habito no se expresará a sí mismo hasta que todo esté permeado con la conciencia de que esto es así, está terminado.
Tu objetivo definido es el estado imaginario, así como el ecuador es la línea imaginaria a través de la cual debe pasar el sol para marcar el comienzo de la primavera. Este estado, como la luna, no tiene luz ni vida en sí mismo; pero reflejará la luz de la conciencia o el sol: "Yo soy la luz del mundo, Yo soy la resurrección y la vida." (N.T.: Juan 8:12 y 11:25)
Así como la Pascua está determinada por la luna llena en Aries, del mismo modo, también la resurrección de tu afirmación consciente es determinada por la plena conciencia de tu afirmación, al vivir realmente como esta nueva concepción. La mayoría de los hombres no logran resucitar sus objetivos porque no pueden permanecer fieles a su nuevo estado definido hasta que esta plenitud es alcanzada. Si el hombre tuviera en cuenta el hecho de que no puede haber Pascua o día de resurrección hasta después de la luna llena, él se daría cuenta de que el estado al que ha pasado conscientemente se expresará o resucitará sólo después de haber permanecido dentro del estado de ser su objetivo definido. Hasta que todo su ser se emocione con la sensación de ser realmente su afirmación consciente, viviendo conscientemente en este estado de ser, sólo de esta manera, el hombre resucitará o realizará su deseo.