Capítulo 23 - Sean Oídos Que Escuchan
“Deja a estas palabras hundirse en tus oídos; porque el hijo del hombre será entregado en manos de los hombres.” (Lucas 9:44)
"Deja a estas palabras hundirse en tus oídos, porque el Hijo del Hombre será entregado en manos de los hombres." No seas como aquellos que tienen ojos que no ven y oídos que no oyen. (N.T.: Marcos 8:18) Deja que estas revelaciones se hundan profundamente en tus oídos, ya que después de que el Hijo (idea) es concebido, el hombre con sus falsos valores (razón) intentará explicar el -por qué- y el -por eso- de la expresión del Hijo, y al hacerlo lo hará pedazos.
Después de que los hombres hayan acordado que cierta cosa es humanamente imposible y, por lo tanto, no se puede hacer, deja que alguien logre lo imposible; los sabios que dijeron que no podía hacerse comenzarán a decirle por qué y cómo sucedió. Una vez que hayan terminado de romper la túnica sin costuras (causa de la manifestación), estarán tan lejos de la verdad como cuando proclamaron que era imposible. Mientras el hombre busque la causa de expresión en lugares que no sean el expresador, buscará en vano.
Durante miles de años al hombre se le ha dicho: "YO SOY la resurrección y la vida." (N.T.: Juan 11:25) "Ninguna manifestación viene a mí excepto que yo la llame..." (N.T.: Juan 6:44), pero el hombre no lo creerá. Prefiere creer en causas fuera de sí mismo. En el momento en que lo que no es visto se vuelve visto, el hombre está listo para explicar la causa y el propósito de su aparición. Así, el Hijo del Hombre (idea que desea manifestar) está siendo constantemente destruido a manos (explicación razonable o sabiduría) del hombre.
Ahora que tu conciencia se te revela como causa de toda expresión, no regreses a la oscuridad de Egipto con sus muchos dioses. Sólo hay un Dios. El único Dios es tu conciencia. "Y todos los habitantes de la tierra son considerados como nada. Y él hace según Su voluntad en el ejército del cielo, y entre los habitantes de la tierra y nadie puede detener su mano, ni decirle. ¿Qué haces?" (N.T.: Daniel 4:35) Si todo el mundo estuviera de acuerdo en que cierta cosa no podría ser expresada y aún así te vuelves consciente de ser -eso- que ellos habían acordado que no podría ser expresado, tú lo expresarías. Tu conciencia nunca pide permiso para expresar -eso- de lo cual tú eres consciente de ser. Lo hace, naturalmente y sin esfuerzo, a pesar de la sabiduría del hombre y de toda oposición.
“No saludes a ningún hombre por el camino.” (N.T.: Lucas 10:4) Esta no es una orden para ser insolente u hostil, sino un recordatorio de no reconocer a un superior, no ver en alguien una barrera para tu expresión. Nadie puede detener tu mano o cuestionar tu capacidad de expresar -eso- de lo cual tú eres consciente de ser. No juzgues por las apariencias de una cosa, "porque todos son como nada a los ojos de Dios". Cuando los discípulos, a través de su juicio de las apariencias, vieron al niño demente, pensaron que era un problema más difícil de resolver que otros que habían visto; y por eso ellos fallaron en lograr una cura. Al juzgar por las apariencias, olvidaron que todas las cosas eran posibles para Dios. Hipnotizados como estaban por la realidad de las apariencias, no podían sentir la naturalidad de la sanidad.
La única manera de evitar estos fallos es tener constantemente presente que tu conciencia es el Todopoderoso, la presencia omnisciente; sin ayuda, esta presencia desconocida que hay en ti, exterioriza sin esfuerzo -eso- de lo cual tú eres consciente de ser. Sé perfectamente indiferente a la evidencia de los sentidos, para que puedas sentir la naturalidad de tu deseo, y tu deseo será realizado. Aléjate de las apariencias y siente la naturalidad de esa percepción perfecta dentro de tí mismo, una cualidad nunca debe ser cuestionada o puesta en duda. Esta comprensión nunca te llevará por mal camino. Tu deseo es la solución de tu problema. Cuando el deseo es realizado, el problema es disuelto.
Tú no puedes forzar alguna cosa exteriormente a través del más poderoso esfuerzo de la voluntad. Hay sólo un camino por el cual tú puedes comandar las cosas que tú quieres y éste es asumiendo la conciencia de las cosas deseadas. Hay una gran diferencia entre sentir una cosa y simplemente conocerla intelectualmente. Tú debes aceptar sin reservas el hecho de que al poseer (sentir) una cosa en la conciencia has comandado la realidad que hace que llegue a existir en forma concreta. Debes estar absolutamente convencido de una conexión ininterrumpida entre la realidad invisible y su manifestación visible. Tu aceptación interna debe convertirse en una convicción intensa e inalterable que trascienda tanto a la razón como al intelecto, renunciando por completo a cualquier creencia en la realidad de la externalización, excepto como un reflejo de un estado interno de conciencia. Cuando tu realmente comprendas y creas estas cosas, tú habrás acumulado una certeza tan profunda que nada puede sacudirte.
Tus deseos son las realidades invisibles que responden sólo a los comandos de Dios. Dios comanda que lo invisible aparezca afirmándose a sí mismo ser la cosa comandada. "Él se hizo a sí mismo igual a Dios y descubrió que no era un robo hacer las obras de Dios." (N.T.: Filipenses 2:6) Ahora deja que estas palabras se hundan profundamente en tu oído: SE CONSCIENTE DE SER -ESO- DE LO CUAL TÚ QUIERES QUE APAREZCA.