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Capítulo 21: Daniel en el Foso de los Leones

“Tu Dios a quien sirves continuamente; él te librará.” (Daniel 6:16)

La historia de Daniel es la historia de cada hombre. Está registrado que Daniel, mientras estaba encerrado en el foso de los leones, dio la espalda a las bestias hambrientas; y con su visión vuelta hacia la luz que venía de arriba, oró al único Dios. Los leones que fueron intencionalmente hambreados para la fiesta permanecieron impotentes para lastimar al profeta. La fe de Daniel en Dios fue tan grande que finalmente trajo su libertad y su nombramiento a un alto cargo en el gobierno de su país. Esta historia fue escrita para que te instruya en el arte de liberarte de cualquier problema o prisión en el mundo.

La mayoría de nosotros al encontrarnos en el foso de los leones sólo estaríamos preocupados por los leones, no estaríamos pensando en ningún otro problema en todo el mundo sino en los leones; sin embargo, se nos dice que Daniel les dio la espalda y miró hacia la luz que era Dios. Si pudiéramos seguir el ejemplo de Daniel mientras estamos amenazados con cualquier desastre grave como leones, pobreza o enfermedad, si, como Daniel, pudiéramos desviar nuestra atención a la luz que es Dios, nuestras soluciones serían igualmente simples.

Por ejemplo, si fueras encarcelado, ningún hombre necesitaría decirte que -eso- que tú deberías desear es libertad. La libertad o más bien el deseo de ser libre sería automático. Lo mismo sería cierto si te encontraras enfermo o en deuda o en cualquier otra situación. Los leones representan situaciones aparentemente insolubles de naturaleza amenazante. Cada problema produce automáticamente su solución en la forma de deseo de liberarse del problema. Por lo tanto, dá la espalda a tu problema y centra tu atención en la solución deseada sintiéndote ya ser -eso- que deseas. Continúa en esta creencia y encontrarás que el muro de tu prisión desaparecerá a medida que comienzas a expresar -eso- en lo que tú te has convertido conciente de ser.

He visto a personas, aparentemente endeudadas sin remedio, aplicar este principio, y sin embargo en muy corto tiempo las deudas que eran colosales fueron removidas. También he visto a aquellos a quienes los médicos habían declarado como incurables aplicar este principio y en un tiempo increíblemente corto su llamada enfermedad incurable desapareció y no dejó cicatriz.

Considera tus deseos como las palabras habladas de Dios y cada palabra una profecía de -eso- que tú eres capaz de ser. No te preguntes si eres digno o indigno de realizar estos deseos, acéptalos cuando te lleguen. Da gracias por ellos como si fueran regalos. Siéntete feliz y agradecido por haber recibido regalos tan maravillosos. Entonces sigue tu camino en paz.

Tal simple aceptación de tus deseos es como dejar caer semillas fértiles en un suelo siempre preparado. Cuando dejas caer tu deseo en la conciencia como una semilla, seguro de que aparecerá en todo su potencial, has hecho todo lo que se espera de ti. Estar inquieto o preocupado por la forma de su desarrollo es mantener a estas fértiles semillas en un dominio mental y, por lo tanto, evitar que realmente maduren hasta la plena cosecha.

No estés ansioso ni preocupado por los resultados. Los resultados seguirán tan seguro como el día sigue a la noche. Ten fe en esta siembra hasta que la evidencia de que esto es así sea manifiesta. Tu confianza en este procedimiento pagará grandes recompensas. Tú no esperas sino un poco de tiempo en la conciencia de la cosa deseada; entonces, de repente, y cuando menos lo esperas, la cosa sentida se convierte en tu expresión. La vida no hace acepción de personas y no destruye nada; continúa manteniendo vivo -eso- que el hombre es consciente de ser. Las cosas desaparecerán sólo cuando el hombre cambie su conciencia. Niégalo si quieres, sigue siendo un hecho que la conciencia es la única realidad y las cosas no son sino un reflejo de -eso- que eres consciente de ser. El estado celestial que buscas será encontrado sólo en la conciencia porque el Reino de los Cielos está dentro de ti.

Tu conciencia es la única realidad viviente, la cabeza eterna de la creación. -Eso- de lo cual tú eres consciente de ser es el cuerpo temporal que llevas puesto. Quitar tu atención de -eso- que eres consciente de ser es decapitar ese cuerpo; pero, al igual que un pollo o una serpiente continúa saltando y palpitando por un tiempo después de que se le haya quitado la cabeza, de la misma manera, las cualidades y condiciones parecen vivir durante un tiempo después de que se les haya quitado la atención.

El hombre, sin conocer esta ley de la conciencia, piensa constantemente en sus condiciones habituales previas y, al estar atento a ellas, coloca sobre estos cuerpos muertos la cabeza eterna de la creación; así los reanima y los resucita. Debes dejar estos cadáveres solos y dejar que los muertos entierren a los muertos. El hombre, habiendo puesto su mano en el arado (es decir, después de asumir la conciencia de la cualidad deseada), mirando hacia atrás sólo puede frustrar su aptitud para el Reino de los Cielos.

As la voluntad del cielo es siempre hecha en la tierra, tú estás hoy en el cielo que tú has establecido dentro de ti mismo, porque aquí en esta misma tierra tu cielo se revela a sí mismo. El Reino de los Cielos realmente está a la mano. (N.T.: Mateo 4:17) Ahora es el tiempo aceptado. (N.T.: 2 Corintios 6:2) Así que crea un nuevo cielo, entra en un nuevo estado de conciencia y aparecerá una nueva tierra.

Actualizado el 16 de may. de 2025